Ese semental al que le he estado mandando mensajes toda la semana me pidió que me pusiera tacones... y un tapón en el culo. ¡Nunca he hecho algo así! Cuando le oigo llamar, abro la puerta y me encuentro con... ¿¡el gilipollas del chico de la calle de abajo!? ¿¡Qué!? ¿Y tiene el descaro de chantajearme? Por supuesto, el pequeño pervertido quiere verme los pies... frotarlos, chuparlos... ¡incluso me obliga a hacerle una paja con los pies! Mientras lo hace, echa un vistazo a mi plug anal, un destello de él... ¿y luego? Se acabaron las apuestas. Mis piernas, junto a mis orejas, mientras desliza su gruesa polla (¡no mentía al respecto!) en mi agujero más estrecho. Dios mío, ¿qué he hecho? Después de unas pocas caricias, no puedo negarlo... ¡Me encanta ser su puta polla, su puta anal! Cuando hace que me corra con su polla enterrada en mi culo, no tengo más remedio que suplicar por su semen, donde él quiera... incluso en mis labios sucios, mis mejillas sonrojadas, mis tacones de charol.